“Hay
placer en los bosques sin senderos
hay éxtasis
en una costa solitaria.
Está la
sociedad, donde nadie se inmiscuye,
por el
océano profundo
y la
música con su rugido:
No amo
menos al hombre,
pero sí
más a la naturaleza”.
Lord
Byron
“Crees
que debes tener más de lo que necesitas,
hasta que
no lo tengas todo no quedarás libre.
Sociedad,
estás loca,
espero
que no te sientas sola sin mí”.
Eddie
Vedder
I.
Resumen de la película
La
película “Into the wild”, basada en el libro homónimo de Jon Krakauer y en
torno a la que realizaremos nuestro trabajo, relata la historia de Christopher
McCandless, un joven estadounidense que en 1990 y con 22 años de edad, decidió
cambiar completamente de vida luego de terminar sus estudios universitarios y
comenzó a viajar por el oeste de Estados Unidos, cambiando su nombre por el de
Alexander Supertrump. Arribó a Alaska en 1992, destino al que planeaba llegar
para vivir allí lejos de la civilización, llevando una vida salvaje, la que
reflejó en un diario en el que dio cuenta de sus vivencias.
La
película está estructurada de un modo desordenado, yendo y viniendo entre
escenas previas y posteriores, por lo que intentaremos presentar la historia de
nuestro protagonista de la manera más sistemática posible para facilitar su
comprensión.
Entre las
primeras escenas de la película, se retrata la ceremonia por la finalización de
los estudios de Chris en Atlanta, ciudad a la que concurrieron sus padres y su
hermana con el fin de presenciar el evento. Luego del mismo, en un almuerzo
familiar, los padres de Chris le transmiten su deseo de regalarle un vehículo
nuevo, cambiarle su “chatarra”, a lo que el joven se niega, diciéndoles con
enojo: “¿Creen que quiero un auto de súper lujo? ¿Les preocupa lo que piensen
los vecinos? (…) No quiero un auto nuevo, no quiero nada. ¡Son cosas, cosas,
cosas, cosas!”.
Será
luego de que sus padres retornan a Georgia, ciudad en la que viven, el momento
en que Chris decide dejar atrás la vida que llevaba, dona sus más de 24.000
dólares de ahorros a la caridad, rompe las credenciales que acreditaban su
identidad y emprende un viaje en su auto hacia el oeste.
Aquí
comienza la sección de la película denominada “Mi propio nacimiento”, primer
capítulo que es encabezado con estas palabras: “No puede negarse que ser libre
siempre nos ha llamado la atención. Lo asociamos con escapar de la historia, la
opresión, la ley y las responsabilidades. Libertad absoluta, y el camino
siempre conduce al oeste”.
En la
escena siguiente, el auto queda inutilizable tras una tormenta, momento en que
Chris opta por quemar el poco dinero que le queda -pues considera que éste
estorba y corrompe a la gente- y parte caminando sin más que su mochila a
cuestas. Es por estos días que se bautiza a sí mismo como Alexander Supertrump,
escribiéndolo en un espejo. Los padres, mientras tanto, comienzan a preocuparse
por la falta de noticias desde Atlanta y van a visitarlo, encontrándose con que
ya no vive allí.
Alex
luego conoce a una pareja hippie, Jan y Rainey, quienes le hacen el favor de
llevarlo en su casa rodante y con los que entabla una amistad. En una charla
con Jan, ésta le dice que, según ella considera, sus padres lo aman, frente a
lo que Alex cita a Thoreau y le expresa: “En lugar de amor y fortuna y fe y
fama y justicia, dame la verdad”. Esto viene a colación de la ira y la
violencia que había en su casa, la que contrastaba con un teatro familiar que
encubría un siempre inminente divorcio que nunca aconteció. Además, esta frase
se vincula con el hecho de que nuestro protagonista se haya enterado pocos años
atrás de que sus padres le mintieron sobre cómo se conocieron y enamoraron, ya
que su padre estaba casado cuando conoció a su madre, e incluso tuvo un hijo con
su primer esposa después de que naciese, lo que los redefinió a él y a su
hermana como hijos bastardos, según los dichos de ésta. En palabras de su
hermana: “Todo esto fue un asesinato de la verdad de todos los días que sacudió
la identidad de Chris, haciendo que su infancia pareciera una ficción”.
En una
escena posterior, en la que Alex se dispone a acercase a Jan para que deje de
entristecerse pensando en su pasado y retorne con Rainey y a la alegría, puede
verse un claro momento de disfrute compartido a orillas del mar entre ambos, en
el que, además, Alex logra superar su temor al agua. Se escucha en este momento
la voz de Alex diciendo: “El único regalo del mar son los golpes de sus olas y,
en ocasiones, la oportunidad de sentirse fuerte (…) en la vida, lo importante
no es necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte. Imaginarse una vez,
encontrarse al menos una vez en la más antigua de las condiciones humanas,
enfrentando una fuerza arrolladora sólo, sin ninguna ayuda, excepto tus propias
manos y cabeza”.
Luego, de
modo de dejarlos vivir su vida en pareja, Alex decide marcharse, momento en el
que comienza la parte de la película denominada “Adolescencia”.
En
septiembre de 1990, se dirige a Dakota del sur, lugar en el que se dedica a la
cosecha de trigo. Aquí es donde le comenta a un nuevo amigo, Wayne, sobre su
deseo de ir a Alaska para vivir en la naturaleza sin compañía ni mapas ni
relojes, de manera de salir de esta sociedad, a la que califica como decadente
y enferma, en la que personas como “padres, hipócritas, políticos y mentirosos”
lastiman, juzgan y controlan, añadiendo que tal vez decida escribir un libro
sobre esta experiencia cuando retorne. Acaba su estadía allí con el arresto de
Wayne, quien le aconseja que espere hasta la primavera para ir a Alaska y se
dirija primero hacia el sur.
Luego de
esto, Alex decide comprar un kayak y navegar por un río sin experiencia e
ilegalmente -en tanto, para hacerlo de manera gratuita y legal, debía esperar
12 años para obtener un permiso-, razón por la que es perseguido en su
trayecto.
Aquí se
escucha nuevamente la voz de su hermana: “(…) no sólo era rebeldía o rabia lo
que lo impulsaba. Chris siempre había tenido empuje, siempre había sido un
aventurero”.
Alex
llega con su kayak hasta el golfo de México, lugar al que ingresa ilegalmente.
Desde allí se dirige hasta California, viajando sin pasaje en un tren de carga.
En esta ciudad intenta conseguir una identificación, solicitando también una
cama para pasar la noche, pero luego rechaza todo esto antes de que le sea
concedido.
Comienza
luego el período llamado “Madurez” con una escena violenta en la que Alex es
descubierto viajando en el vagón de otro tren de carga, recibiendo una paliza
por ello.
Continúa
luego su viaje a dedo y trabaja en un Mc Donalds, sólo como medio para poder
continuar con su propósito de llegar a Alaska. Después de continuar su viaje
nuevamente en tren, se reencuentra con Jan y Rainey, dándose paso en la
película a la cuarta parte, denominada “Familia”.
Aquí Alex
conoce a Tracy, una cantante adolescente que mostrará agrado por él. Ella
pretende acostarse con Alex, pero éste se niega por tener ella 16 años,
invitándola, en cambio, a tocar juntos una canción.
Comienza
a posteriori la última parte del film, llamada “Obtención de la sabiduría”.
Alex conoce en este momento a un anciano llamado Ron Franz, quien le pregunta
si no cree que debería estar estudiando, trabajando o haciendo algo de su vida,
a lo que Alex responde: “Las carreras son un invento del siglo XX y yo no
quiero eso (…) vivo así por decisión”, añadiendo luego: “Ya no tengo familia”,
ante la pregunta del sr. Franz al respecto.
En una
escena posterior, intentando que el sr. Franz abandone la soledad de su casa y
cambie de vida, Alex le dice: “(…) la esencia del espíritu humano vive de
nuevas experiencias”, agregando después: “Te equivocas si crees que la
felicidad está sólo en las relaciones humanas. Dios la pone a nuestro
alrededor, está en todo, en todo lo que experimentamos. Sólo tenemos que
cambiar la forma en como vemos las cosas”.
En la
despedida del sr. Franz, éste al no tener familia le propone adoptarlo,
diciéndole que podría ser su abuelo, a lo que Alex, sin darle una respuesta, le
plantea hablar del tema cuando vuelva de Alaska.
Alex
llega finalmente a Alaska en abril de 1992 y pretende vivir en aquellas tierras
sin ninguna experiencia en entornos hostiles, queriendo hacerlo, además,
prácticamente sin medios materiales, contando con poco más que un rifle para
cazar, un libro sobre plantas locales, un equipo de campamento y un par de
botas. Encuentra un autobús abandonado en el que decide asentarse, refugio al
que llama “el autobús mágico”.
En dicho
autobús, Alex escribe en mayo de 1992: “Los años recorren la tierra sin
teléfono, piscina, mascotas o cigarrillos. Libertad máxima, un extremista, un
viajante solitario cuyo hogar es el camino. Ahora, después de dos años errantes
llega una máxima aventura final, la feroz batalla para asesinar al ser falso
interno y concluir triunfalmente la revolución espiritual. Para evadir el
veneno de la civilización tienes que huir lejos, recorrer la tierra sólo con el
fin de perderte en la naturaleza”.
Tal cual
refleja seguidamente la película, esta inserción en la naturaleza -con todas
las dificultades que conlleva conseguir alimento en ella- no lo exceptúa, sin
embargo, de sentir compasión frente a un animal que estaba con su cría,
decidiendo entonces no dispararle con su rifle.
Puede
verse luego una escena en la que Alex se ducha jubilosamente al aire libre por
intermedio de un dispositivo consistente tan solo en una lata agujereada, a la
vez que se escucha una canción que, atinadamente, dice: “Llega la mañana cuando
siento que nada queda para ocultar”.
Después
de vivir con éxito durante un tiempo, el joven decide irse de allí en julio,
pero se encuentra con que el río que había cruzado en abril había crecido, por
lo que le es imposible atravesarlo. Plasma luego este episodio en su diario en
un día lluvioso y añade: “Estar solo en la lluvia, asusta”.
Se
muestra luego en la película el malestar de Alex por haberse envenenado con
plantas que llevan a la inanición y a la muerte, razón por la que intenta
vomitarlas.
Progresivamente,
Alex va sintiéndose cada vez más débil, cosa que plasma en su diario, llegando
a escribir: “Quedé literalmente atrapado en la naturaleza”. Es por esta época
que escribe llorando y a contramano de sus dichos anteriores: “La felicidad
sólo es verdadera cuando es compartida”.
Finalmente,
y ya agonizando, arranca la página final del libro “Educación de un hombre
errante” y, del otro lado, agrega: “Tuve una vida feliz, le agradezco al señor.
¡Adiós y que Dios los bendiga a todos!”, firmando como Christopher Johnson
McCandless.
La última
frase del protagonista que aparece en la película es: “¿Qué pasaría si sonriera
y corriera a sus brazos?¿verían entonces lo que veo ahora?”.
Ya por
fuera del material que nos ofrece el film, añadiremos que el 6 de septiembre de
1992, dos excursionistas y un grupo de los cazadores de alces encontró la
siguiente nota en la puerta del autobús: “S.O.S., necesito su ayuda. Estoy
herido, cerca de morir, y demasiado débil para hacer una caminata. Estoy
completamente solo, no es ningún chiste. En el nombre de Dios, por favor
permanezcan aquí para salvarme. Estoy recolectando bayas cerca de aquí y
volveré esta tarde. Gracias, Chris McCandless. Agosto”.
Éstas son
las mismas personas que encontraron su cadáver en su bolsa de dormir dentro del
autobús, con apenas 30 kilos de peso y llevando muerto más de dos semanas. La
causa oficial del fallecimiento fue inanición, aunque luego se comprobó que
había consumido un aminoácido tóxico de manera regular, el que lo habría matado
dada su debilidad.
II. La
fuga de Chris
Para comenzar
el análisis de la película, diremos que podría pensarse a la historia de vida
reflejada en la película “Into de wild” como el relato de una subversión
individual, decididamente violenta en su iniciativa y determinación, y a la que
podríamos considerar como una respuesta a la violencia que el protagonista
ubica en su familia y -siguiendo a Zizek- en el sistema. Este autor diferencia
la violencia subjetiva, la violencia simbólica y la violencia objetiva o
sistémica. Sobre la primera, dice que es aquella directamente visible,
practicada por un agente fácilmente identificable. En cuanto a la violencia
simbólica, afirma que ésta está encarnada en el lenguaje y sus formas y
puede observarse tanto en casos de provocación y dominación social reproducidas
en discursos habituales como en la imposición de cierto universo de sentido
relacionada con el lenguaje como tal. Por último, a la violencia sistémica, la
vincula a las catastróficas consecuencias del funcionamiento político y
económico del sistema en el que vivimos. Tomando a Zizek, la tendencia es a
considerar solamente a la que resulta más evidente, la subjetiva, quedando en
la oscuridad aquella que debiera estar en primer plano en todo análisis, la
objetiva. Esta violencia resulta invisible en tanto sostiene el estado de cosas
estimado como “normal”, violencia entonces naturalizada que es necesario tomar
en cuenta para dar explicación a irrupciones de violencia subjetiva, las que,
en general, tienden a ser abordadas cual si se tratasen de explosiones irracionales
y aisladas de toda trama.
De esta
manera, pensamos como episodios de violencia subjetiva tanto a la respuesta de
Chris frente al ofrecimiento de sus padres de comprarle un auto nuevo como
-principalmente- a su fuga del sistema, de su familia y de todo lo que tuviese
ver con su identidad. Éstas serían entonces reacciones frente a una violencia
simbólica y objetiva desapercibidamente establecida frente a la que Chris se
estaría revelando, léase aquí lógicas de dominación del sistema y –como sus
vasos capilares- mandatos familiares, con todo lo de falso, hipócrita, opresor,
decadente y enfermo que Chris les supone. Digamos entonces que,
paradójicamente, la violencia subjetiva de Chris en su sentido más fuerte
consistió, no en volverse visible estruendosamente, sino, por el contrario, en
desaparecer, y más aún, en tratar de ausentarse del sistema aún en su mismo
seno para, finalmente, aislarse. Lo imperceptible como respuesta a lo
desapercibido, he aquí donde reside, según consideramos, el interés particular
de esta historia en la que el malestar no se convierte en escandalosa denuncia,
sino en sigilosa fuga.
Dicho
todo esto, consideramos que la huida de Chris, devenido Alex Supertramp, podría
bien pensarse como una reacción frente a un ataque a “la verdad de todos los
días”, pero una reacción no en los términos de ejercer una oposición al modo de
una contienda, sino más bien en el sentido de una violenta línea de fuga
(Deleuze-Guattari, 1977) por la que intentó alcanzar un modo de vida natural,
sin contaminaciones civilizatorias.
III.
Muriendo para volver a nacer
Tal como
lo cuenta la película, a tal punto llegó su insurrección, de tal masividad supo
ser el rechazo hacia su vida previa que no es descabellado pensar al viraje del
protagonista en los términos de un renacer que fue luego dando lugar a
distintas etapas vitales.
Opinamos
que dicho punto y aparte -que pretendió ser, más bien, unos puntos suspensivos-
puede pensarse en el sentido de una purificación de una mancha, tal como nos
dice Kristeva (Kristeva, 1994), lo que nos lleva inmediatamente a considerar la
historia de Chris a partir de su fuga como una especie de ritual de más de dos
años de duración, cuyos puntos culmines podrían situarse en la película tanto
en la destrucción de sus credenciales y la quema de su dinero como
-fundamentalmente- en aquella ducha al aire libre que se da en Alaska,
geografía señalada por él para dar lugar a la “feroz batalla para asesinar al
ser falso interno” y pasar a ser definitivamente otro. Creemos que la mancha de
la que intenta liberarse Chris es aquella que le dejó el hecho de haber
disfrutado -además de padecido- de su pertenencia a la familia y a la sociedad
con las que se muestra tan contestatario. Es decir, la purificación sería
entonces la del goce de lo falso, la de su previo consentimiento a una gustosa
mezcolanza con lo infectado de mancilla (Ricoeur, 1960) que tanto critica,
momento éste ahora considerado como superado. Como afirma Kristeva,
purificación implica culpabilidad y arrepentimiento, y en un mundo plagado de
sucia banalidad y teatralidad en el que la ley y los valores han declinado
(Kristeva, 1994), Chris optó por revelarse contra el arma de control más
potente de la sociedad mercantilista/consumista pos-disciplinaria: la seducción
de sus placeres (Lipovetsky, 1983). Si como nos expresa Kristeva, los espacios
de pureza repudian secretamente el roce con la animalidad, la purificación para
Chris consistió inversamente en un intento de acercamiento con lo animal como
modo de rehusarse al dulce tóxico de la civilización. En suma, el hecho de
llevar adelante esta “revolución espiritual purificadora” cabría conjeturar que
ha implicado para Chris entonces no reconocer mancha alguna actual en sí-mismo,
en tanto, a lo sumo, asume errores pero no malignidad, quedando la suciedad de
este modo depositada exclusivamente tanto en sus padres como en el sistema en
general.
Por otro
lado, podría decirse que el hecho de irse y abandonar toda comunicación con sus
padres, vino al lugar de un asesinato simbólico de éstos, al que perfectamente
podríamos relacionar con el asesinato del padre de la horda del que nos habla
Freud en “Tótem y tabú” (Freud, 1912). En el pasaje de Chris a Alex, nuestro
protagonista se desprendió de una manera Anti-edípica extrema (Waserman, 2011)
de su linaje y rechazó todo provecho que pudiese obtener del mismo, no
incluyéndose tampoco en el linaje ofrecido por el sr. Franz. Además, podría
considerarse que con el asesinato simbólico de sus padres, Chris no pretendió
apropiarse de las cualidades de nadie ni inauguró pacto civilizatorio alguno
como en la revuelta freudiana, sino que más bien intentó fundar un orden
salvaje anti-civilizatorio. Diremos de esta manera que Chris no quiso ser
esclavo, pero también desechó la disputa por ser amo, rechazando incluso
prácticamente todo beneficio de la vida en sociedad por el costo que esto le
representaba a su voluntad de libertad extrema. Más que practicar una
distorsión sobre los clisés e ideas sobre la vida -empero necesarios- de los
que era heredero para inscribir en ellos el despliegue de su singularidad
(Kristeva, 1994), Chris optó por rechazarlos en cada uno de sus actos. Activa
des-herencia, cabría decir.
Siguiendo
con Kristeva, vale la pena considerar que, distintamente de la revuelta
freudiana, que tiene por fin abolir la exclusión de los hijos por parte del
padre al asesinarlo -buscándose entonces la inclusión-, la revuelta de nuestro
protagonista consistió en la exclusión voluntaria de sí mismo, en el más
contundente de los aislamientos. Soledad absoluta con vocación primitiva,
verdaderamente con la ayuda de poco más que sus manos y su cabeza, como en
algún momento supo afirmar, aunque, hay que decirlo, ese “poco más” no
representaba sino signos de civilización.
III.
Familias…
No puede
dejar de decirse que hubo también desvíos en el camino hacia dicho nuevo orden
salvaje y solitario, en tanto hay que señalar que el joven fue estableciendo
lazos que bien podrían considerarse como cercanos a lo familiar con personas
que fue conociendo en su trayecto, familiaridad entonces elegida y exogámica.
Se nos vienen a la mente, en este sentido, aquellas escenas de juego en el mar
con Jan, las charlas compartidas con Rayney y Wayne, la canción a dúo con Tracy
y los momentos en compañía del sr. Franz, quien, como vimos, pretendió incluso
adoptarlo como su nieto. Estos momentos dotados de alegría en mayor o menor
medida, nos hacen considerar a la fuga de Chris como algo más que una mera
reacción, debiendo entonces tomarse en cuenta matices propios de lo
espontáneo.
Se
trataría entonces de momentos que -a partir de lo trabajado por Ricardo Rodulfo
(Ricardo Rodulfo, 2012)- podríamos concebir en el sentido del despliegue de un
experienciar que no aparece como adaptación/reacción a algo previo, sino que
surge a partir de aquellas situaciones compartidas. Y si, como nos dice este
autor, es el atravesamiento por experiencias la condición para sentirse real y
vital, bien podríamos ubicar en estas escenas la puesta en primer plano de
dicho sentir, de un “sentirse vivo” con otros que fue tomando por sorpresa a
Chris en su senda hacia el más insondable aislamiento.
A estos
momentos, los pensamos entonces como escenas de escritura donde lo nuevo, lo
genuino de lo singular/singularizante, tuvo lugar, lo que se dio en el marco de
un “entre” que posibilitó que la espontaneidad deseante circule, cualidad de lo
espontáneo para la que resulta tan fundamental la puesta en juego de un
“holding” o cuidado que le ofrezca condiciones propicias para su desarrollo,
actitud que perfectamente podemos ubicar en algunos de los partenaires
mencionados. Vale decir también que fue a veces Chris mismo quien supo oficiar
de cuidador de las experiencias de estas personas, dándose entonces un
movimiento recíproco de sostenimiento. Pero aquí no acaba nuestra reflexión, ya
que la continuidad de los nuevos vínculos que Chris entablaba tendía a verse
interrumpida por su propia voluntad, justificando sus partidas en su búsqueda
de una vida salvaje como medio idealizado para arribar a la felicidad, retirada
de la civilización que quedaba así confundida con la soledad. En este sentido,
pensamos a estos quiebres en sus relaciones como reproducciones de aquella
discontinuidad en la existencia que significó para Chris el enterarse de la
falsedad que impregnaba su vida familiar, hecho que, podríamos considerar, le
resultó traumático y lo condujo a romper una y otra vez los lazos que entablaba
haciendo activa aquella fractura vivida pasivamente, como podemos pensar a
partir de Freud (Freud, 1920). Partidas, entonces, pensables como reacciones de
corte de un experienciar compartido cuya prolongación quedaba siempre trunca en
nombre de la idealización de una vida en la naturaleza que ni siquiera hacía
lugar a la posibilidad de un salvajismo en grupo.
Es
interesante, salvando las distancias en cuanto al marco teórico planteado, lo
que Melanie Klein aporta para pensar esta situación. Siguiendo a esta autora,
podríamos pensar que Chris actúa a partir de imágenes parentales introyectadas
que no se condicen en buena medida con lo que podríamos llamar las
“características reales de los padres”, los que, si bien pueden haberle
producido sufrimiento, también dieron cuenta de que aquello que consideraban el
bienestar de Chris no les pasaba inadvertido, al igual que a su hermana, quien
quedaría incluida también en aquella frase de Chris referida a su ya no tener
familia. Es como si los padres internos de Chris fueran para él mucho más
severos, terroríficos y desconsiderados que los que aparentemente se ven en la
realidad, negándose todo aspecto positivo de los mismos, lo que fuera luego
extendido a la humanidad entera de alguna manera, proyección que justificaría
su retiro de la civilización.
Ahora
bien, cabe preguntarse todavía: ¿habrá también experienciado Chris en sus
momentos de soledad? ¿O acaso sus momentos de aislamiento sólo han llevado el
signo de lo reactivo? Lejos de categorizaciones tajantes, opinamos que se ha
dado una especie de convivencia inestable entre espontaneidad y reacción, en la
que a veces primaba una y en ocasiones otra, razón por la que la soledad habría
sido entonces una dimensión que, al menos de manera parcial, Chris habría
podido habitar subjetivamente, según nuestra consideración.
Nos
interesa, por último, hacer en este apartado un breve comentario acerca de los
amigos y conocidos hippies con los que Chris se topa en su viaje. Nos asalta,
al respecto, la siguiente interrogación: ¿Qué distinción puede
establecerse entre la posición de éstos y la de nuestro protagonista? Pensamos que,
por una parte, cabe situar diferentes niveles de distanciamiento con respecto
al sistema en los que podemos ubicarlos, siendo Chris un auténtico extremista
en este sentido. Por otra parte, estos hippies se inscriben en un movimiento
colectivo con una ya cierta historia, el hippismo, lo cual implica la compañía
de una -digamos- “institución” que ampara, compañía que se ve redoblada en el
hecho de que ninguno lleva adelante su vida en soledad. Completamente contrario
es el caso de Chris y su aislamiento tanto de un movimiento colectivo –apenas
se acompaña de algunos autores- como de todo contacto social, doble soledad que
no habla sino de su osadía. Siguiendo a Ricardo Rodulfo, podríamos decir que
Chris dio lugar a un proceso de creación de su singularidad por medio de su
violento empuje, pero –agregamos- en el mismo movimiento rechazó todo contacto
con alteridad humana alguna. Y si hablamos de otredad, cabría todavía
conjeturar que fue justamente a través de su desaparición que Chris consiguió
que su alteridad sea mayormente considerada por sus padres, no habiendo estado
nunca su singularidad tan presente para ellos como en su ausencia.
IV. Sobre
la civilización y los venenos
Freud
(Freud, 1930) habla de tres posibles causas de sufrimiento, de tres peligros de
los que el hombre se protege: la supremacía de la naturaleza, la fragilidad del
cuerpo y la insatisfacción en las relaciones con los demás. Respecto de esta
tercera fuente de sufrimiento, Zygmunt Bauman (Bauman y Dessal, 2014) nos dirá
que la misma conlleva un conflicto irresoluble entre libertad y seguridad,
puesto que la sociedad debe imponer restricciones para despejar los temores de
los hombres con respecto a otros hombres, pero éstas van en contra del ansiado
ejercicio de la libertad individual. Dicho sencillamente, apetitos y renuncias
están condenados a una lucha infinita que no podrá conocer más que transitorias
soluciones de compromiso que no lograrán jamás erradicar el malestar que nos
significa dicha puja entre aspectos tan necesarios como irreconciliables,
dañándose así el mismo lazo social que de este modo se ha contribuido a crear.
Volviendo
a Chris, diremos que éste, desestimando las razones por las que los humanos nos
vemos obligados a precisar de los otros y a establecer un contrato social con
derechos y obligaciones, dio un salto por fuera de la ley, pero habiendo
querido sustraerse del “malestar en la cultura” (Freud, 1930), se encontró, a
fin de cuentas, con la peor cara del aislamiento, con el más reseco “malestar
en la soledad”. Diríase entonces que, intentando liberarse del universo del
otro y su ley, Chris se quedó sin su auxilio y acabó muriendo a manos de la
naturaleza, la que enfermó su cuerpo.
También
durante su trayecto nuestro protagonista debió pagar ciertas consecuencias por
su “incivilización”, tal como cuando fue agredido al ser encontrado viajando en
un tren de carga o cuando fue perseguido por no respetar las normas para
navegar el río que acabó llevándolo a México, país en el que fue regañado por
haber ingresado ilegalmente. Con respecto a lo último, queda claro que, quien
se rehúse a obtener beneficios del contrato social -léase aquí certeza,
seguridad y protección- (Bauman y Dessal, 2014) en pos del ejercicio de su
libertad, se vea conminado a mantener, sin embargo, el cumplimiento de
ciertas obligaciones si pretende ahorrarse conflictos con la ley, tal
como le sucedió a Chris, lo que denuncia que, para decirlo claramente, “el
sistema no acepta renuncias como argumento para transgredirlo”.
Por otra
parte, un contraste interesante para marcar es que, al revés de lo que sucede
hoy, en tanto se pretende el imposible de mayor seguridad sin la entrega de
libertad a cambio -lo que lleva a vivir toda puesta en práctica de la libertad
como aterrorizante y empuja el péndulo en sentido contrario a ésta-, Chris no
tuvo temor alguno de mirar a los ojos a la libertad, aunque su coraje fue
-cabría decirse- poco astuto y acabó llevándolo a la muerte, puesto que con tan
solo un mapa podría haber acudido a algún refugio o asentamiento cercano, según
puede leerse hoy en internet. Al contrario de las restricciones extremas en pos
del control y la seguridad que llevan en la actualidad a vivir encarcelado
paranoicamente en el propio hogar como manera de obtener algo de tranquilidad,
Chris decidió vivir al aire libre, aunque claro, sin amenaza humana alrededor.
Podría decirse que se sentía más a gusto con el lobo que con el hombre, con lo
salvaje que con la ley, hasta que acabó quedando “atrapado en la naturaleza”.
En rigor de verdad, y cómo diría Gustavo Dessal, fue Chris quien acabó siendo
el peor lobo para sí mismo (Bauman y Dessal, 2014).
La única
ley, las únicas prohibiciones que el protagonista se impuso en su nueva y libre
vida fueron en relación con la sexualidad, en tanto se niega a tener contacto
sexual con una adolescente varios años menor que él, y en relación con el
asesinato de la madre de un animal, también éste de corta edad. Cabe conjeturar
entonces que el límite a su libertad se encuentra en lo que podríamos
considerar como lo aún puro que debe ser cuidado, en lo todavía sin mancilla,
aspectos que perseguiría y reconocería en su nueva identidad. Además, en el
caso del animal -y a riesgo de ir demasiado lejos con nuestra interpretación-,
matar a su madre hubiese significado dejarlo solo, “sin familia” y sin
demasiados recursos para hacer frente a los avatares de la intemperie, tal como
estaba él. En suma, traspasar estos límites, hubiese sido una afrenta contra
quienes serían, de alguna manera, reflejos de sí-mismo, transgresión que su
capacidad empática –por decirlo de algún modo- le impidió llevar adelante. Aún
en el reino de lo salvaje, no todas las derivaciones de la agresividad estaban
habilitadas.
V.
Violencia subjetivante
Llegados
a este punto, queda claro que no cabe pensar en un monopolio de la violencia
como destructiva y maligna, en tanto conlleva también la puesta en juego de
fuerzas afirmativas. Tal como nos dice Ricardo Rodulfo en sus consideraciones
sobre la violencia (Ricardo Rodulfo, 2009), es necesario separar a la agresividad
del terreno de lo necesariamente destructivo y mortífero en el que ha quedado
confiscada y rescatar aquello de vitalidad que porta. Diríamos que no fue sino
aquella la que brindó a Chris la fuerza necesaria para rebelarse hasta contra
su propio nombre, trocándolo por uno que comienza nada menos que con el prefijo
“súper”, con toda la potencia que esto puede suponer en juego. También el mismo
Chris nos habla de la importancia de sentirse fuerte cuando se anima a superar
su temor al agua y se lanza a luchar contra la fuerza arrolladora de las olas
del mar. Para utilizar un término de su hermana, si algo caracterizaba a Chris,
esto era su “empuje”, y verdaderamente no fue éste el que lo llevó a la muerte,
sino más bien su impericia a la hora de tomar los recaudos necesarios para
cuidarse a sí mismo de mejor manera durante ciertos raptos de violenta
iniciativa. Si había algo en él que coqueteaba con la autodestrucción y la
muerte, iba por aquella vía, la de una impulsividad lejana al cálculo de los riesgos.
Para decirlo en términos de Mario Waserman (Waserman, 2011), Chris emprendió
maníacamente y sin ningún cuidado su exploración nómade hacia la conquista de
territorios marcados como intransitables.
Meltzer,
por su parte, dirá que a fin de que el experimento exploratorio adolescente no
sea peligroso, los lazos no deben romperse, debiéndose para ello
mantenerse un pie en la casa, en la familia, aunque no se la habite. En este
sentido, vemos cómo Chris, en su actitud adolescente, se ocupó cuidadosamente
de descuidarse sacando ambos pies de su hogar, hecho al mismo tiempo dionisíaco
y autodestructivo que acabó pagando con su vida, como quien corta la rama sobre
la cual se apoya (Waserman, 2011). Si como dice Gustavo Dessal, el concepto de
goce lacaniano une las nociones freudianas de libido y pulsión de muerte
(Bauman y Dessal, 2014), este accionar de Chris es ciertamente un buen ejemplo
de ello.
Ahora
bien, volviendo a Waserman (Waserman, 2013) nos preguntamos hasta qué punto el
acto de rebeldía o revuelta individual del protagonista es la expresión de un
reclamo frente a un poder aniquilador encarnado en los padres y en el sistema
en su conjunto y en qué medida se trataría de la no aceptación de la ley
compartida que pone en escena una posición omnipotente. Creemos que hay escenas
o situaciones en las que puede hallarse un predominio de la primera forma de
razonable rebeldía y otras en las que prima la segunda, especialmente si
tomamos en cuenta el esfuerzo de Chris por ubicarse omnipotentemente por fuera de
la ley y la civilización. Sin embargo, cabe hacer la salvedad de que esta
onmipotencia anti-civilizatoria no conllevaba un perjuicio hacia los demás como
puede suceder en otros casos, puesto que, en el caso de Chris, consistió
justamente en la búsqueda del aislamiento salvaje más absoluto.
VI.
“La felicidad sólo es verdadera cuando es compartida”
Tomando a
Lacan y considerando el rodeo de Chris, podríamos hablar de un pasaje al acto
-en tanto precipitación por fuera del Otro- que acabó transformándose en un
acting-out (Lacan, 1963), llamado al Otro que no llegó a encontrar un receptor
a tiempo que pueda encarnarlo. Cuando todavía estaba vinculado a los otros, iba
en camino de su pasaje al acto, pero cuando lo consumó, ya era demasiado tarde
para encontrar a otros que puedan escucharlo en su miedo cósmico (Bauman y
Dessal, 2014), su tristeza y, finalmente, su desesperación. Tal como él mismo
supo escribir, el asunto no se trataba de “ningún chiste”, los otros ahora eran
imperiosamente necesarios. ¿Pero acaso no lo fueron siempre y de lo que se
trató al fin y al cabo aquella huida no fue sino de un acting-out disfrazado de
pasaje al acto? ¿Y no estuvo también presente de manera latente la intención de
vengarse de los padres haciéndolos sufrir al no comunicarse con ellos en
absoluto? Y, finalmente, si se hubiese cuestionado profundamente cuánto tenían
que ver sus padres con su cuestionamiento hacia la civilización, ¿hubiese
llegado a tanto? Dejamos abiertos los interrogantes.
Para ir
concluyendo, no podemos dejar de mencionar el hecho de que el protagonista
finalmente deja de firmar como Alex y vuelve a hacerlo como Chris, un Chris que
-no sin su pasaje por Alex- ahora opina que la felicidad en soledad no es más
que una farsa, siendo verdadera sólo cuando se la comparte, revalorizando así
de algún modo como reales los momentos felices vividos en compañía en aquel
pasado considerado como una gran mentira enmarcada en la hipocresía de la
civilización actual. Si, tal como dice Ricardo Rodulfo (Ricardo Rodulfo, 2013),
para aprehender verdaderamente una ley es necesario infringirla en algún
sentido, podría pensarse que Chris tenía sus fundamentos para escribir aquella
máxima sobre la felicidad que, ya moribundo, alcanza a ver claramente. En
términos psicoanalíticos más bien clásicos, podríamos considerar que la
infiltración del miedo a la muerte como real angustiante introdujo algo del
orden de la castración en la omnipotencia que el joven venía mostrando,
castración que hizo patente la necesidad de los otros. Al revés de lo que le
sucedió al príncipe Hamlet, la inminencia de la muerte permitió pasar a Chris
de la acción al saber, punto de inflexión por el que también pudo aprehender
algo de la alteridad de sus padres, ahora más bien reales y no tan enormemente
desconsiderados como los había introyectado. En fin, diríamos que esa fue la
educación de este hombre errante, de este homeless con formación universitaria
que se lanzó a un peligroso aprendizaje autodidacta que acabó quedándose con su
vida.
Más allá
de estas “moralejas tardías”, consideramos que sería una lectura errónea
quedarse rápidamente con la idea de la travesía de Chris como una aventura
meramente privada, en tanto, teniendo en cuenta que escribió su diario y
vislumbró la posibilidad de volcar sus experiencias en un libro cuando
retornase, ¿no habrá sido su intención última fundar un movimiento (¿secta?) de
–llamémosle- “salvajes en plena posmodernidad” como modo de mínimamente
“reconciliarse con el mundo” (Waserman, 2011)? Si bien pueden ubicarse algunos
escritores como sus referentes, ¿no habrá querido Chris posicionarse como
“padre” de un colectivo al imprimirle su sello singular a su revuelta? ¿No
habrá sido este el motivo último que lo convocaba a regresar meses después como
portavoz iluminado cual Zarathustra (Nietzsche, 1892) de finales del siglo XX?
De hecho, como puede leerse en internet, luego de darse a conocer su aventura,
muchos jóvenes se dirigieron a Alaska y a otros lugares con las mismas
intenciones, desapareciendo hasta hoy en día uno de ellos y otro habiendo
fallecido. Podría decirse entonces que -lamentablemente para algunos- algo
efectivamente ha quedado como legado de su insurrección, algo de su apuesta ha
hecho mella, siendo este trabajo monográfico también testimonio de ello.
Ahora, si
la revuelta psicoanalítica tiene que ver con poder cuestionar la demanda del
Otro, aquello que se supone que el Otro me quiere (Lacan, 1957), vale
preguntarse: ¿hasta qué nivel esto sería deseable? ¿El caso de Chris no nos
alerta acaso justamente del peligro de llevar esto al extremo? A la luz de esta
historia, cabría decir que no sólo el polo de la máxima adaptación
resulta venenoso para la subjetividad, sino también el de la no-adaptación, el
de la libertad total y solitaria, por más activa y singularizante que pueda
ser. El falso self del que nos habla Winnicott y del que Chris reniega, cobra
aquí todo su valor no sólo cómo envoltura protectora del denominado verdadero,
sino también como puente hacia los demás, como ineludible rasgo civilizatorio.
Falso self es entonces condición de transicionalidad y, siguiendo a Chris,
también de toda felicidad posible.
Para
cerrar el trabajo, quisiéramos recordar estas bellas y pertinentes palabras de
Hermann Hesse en su conocida novela “El lobo estepario”:
“La
bidivisión en lobo y hombre, en instinto y espíritu, por la cual Harry procura
hacerse más comprensible su sino, es una simplificación muy grosera, una
violencia ejercida sobre la realidad en beneficio de una explicación plausible,
pero equivocada, de las contradicciones que este hombre encuentra dentro de sí
y que le parecen la fuente de sus no escasos sufrimientos. Harry encuentra en
sí un «hombre», esto es, un mundo de ideas, sentimientos, de cultura, de
naturaleza dominada y sublimada, y a la vez encuentra allí al lado, también
dentro de sí, un «lobo», es decir, un mundo sombrío de instintos, de fiereza,
de crueldad, de naturaleza ruda, no sublimada. A pesar de esta división
aparentemente tan clara de su ser en dos esferas que le son hostiles, ha
comprobado,
sin embargo, alguna vez que por un rato, durante algún feliz momento, se
reconcilian el lobo y el hombre”.
Bibliografía:
-Bauman,
Z. y Dessal, G.: “El retorno del péndulo”.
-Deleuze,
G. y Guattari, F.: “Mil Mesetas”.
-Freud,
S.:
“Tótem y Tabú”.
“Más allá del
principio de placer”.
“El malestar en
la cultura”.
-Hesse,
H.:
“El lobo estepario”.
-Klein,
M.:
“El psicoanálisis de niños”.
-Kristeva,
J.:
“Sentido
y sinsentido de la revuelta”.
-Lacan,
J.:
“El seminario. Tomo V”.
“El seminario. Tomo X”.
-Nietzsche,
F.: “Así
habló Zarathustra”.
-Lipovetsky,
G.: “La era del
vacío”.
-Rodulfo,
R.:
“Trabajos de la lectura, lecturas de la violencia”.
“Padres e hijos en tiempos de retirada de las oposiciones”.
-Waserman,
M: “Condenados a
explorar”.
“Estudios sobre la rebeldía”.
-Zizek,
S.:
“Sobre la violencia”.
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